viernes, 26 de febrero de 2010

Poemanía Nº 177 - Eduardo Dalter

POEMANÍA


la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

Nº 177/2009





“Yo creo que contra el lenguaje,

el poeta sale en un noventa por

ciento derrotado... Y cuando consigue

algo importante retrata de esa agua que

alumbra y da vida también.”

Jorge Boccanera







Poeta invitado: EDUARDO DALTER (*)





30 POEMAS

(1984-2006)









De Estos vientos

Buenos Aires, 1984









Nadie estuvo en sus ropas, en su patria, en sus raíces.

Un silencio de lobo avanzó y corcoveó por estas calles.

El terror derribó puertas y espió por las mirillas.

Una conmoción de muerte, de la puerta para afuera

y de los ojos para adentro, nos exilió del otro

y fuimos gente sola, de mirada huidiza, en los rincones

como las hojas tristes que los vientos amontonan.











De Silbos

Buenos Aires, 1985-1986









Faltan las palabras,

o sobran otras veces.



Los hechos las deciden

necesarias o las ahogan.



Las abren y evidencian,

y las golpean día a día.



Están bajo juicio sumarísimo.









***





Hemos practicado, además

de la desmemoria, el hastío



y la atroz mueca de cruzar

cada vez con una arruga,



y hemos puesto, o deseado

poner, nuestros nombres,



y vuelto con una sequía

chorreando en cada ojo.











***







Dejá que entre la luz,

dejala que entre,



que se acomode,

que abra su valija;



no vayás a echarla;

dale de comer;



dejá que ande por la casa.

















De Hojas de sábila

Buenos Aires, 1987-1992







Seguramente haya otro lugar

más allá de este pozo

y de este horizonte seco

y quebradizo. Un lugar

para sentirse más palpable

y que hay que edificar aquí.













***







Hay un momento en que antes de ir,

de volver, el ave, o pájaro extraño

−formas humanas de este vuelo−,

mira ensimismado su plumaje;

hay un momento, o borde o filo,

en que calla, calla, y canta al fin

unas pocas notas ásperas.

















De Aguas vivas

Buenos Aires, 1993







DEFENSA DE LA POESÍA

Palabras con mi hijo





Porque, aunque no lo creas

− plano más concreto −,

la luz de las estrellas

también vuela



y, además, el horizonte

es una línea tan cambiante

de acuerdo a cómo vires

el rumbo de tus pasos.







*







De esta arboleda

tomá tu color

o tu desdicha; y tomá

tu mar, tu vaso...

Todo suena, pareciera,

a nueces secas. Pero

también suena un río

grandioso

que aún no escuchas.







***





A mis zapatos remendados

yo los quiero;

mis zapatos con cartón debajo

y nylon debajo

para que no entre el agua

de la lluvia

ni el agua de cuando baldean

las veredas.

Mis zapatos húmedos y tibios

de mí y con polvo de camino,

mi camino.

Descansando ahora, debajo

del mueble

−pueden verlos−,

y mirando gozosos cómo escribo

reclinado en la cama todo

esto

y cómo abracé hace un momento

al Caribe hondo y voraz

de Aimé Césaire y Saint-John

Perse.

Zapatos, zapatos excedidos

de mí

hasta deformarse, cuartearse

y agujerearse.

Pero listos y hermanos

y comprendiendo, pareciera,

cuál es la estrella fugaz

y cuál es ésta. Y vamos,

yo adentro de ellos

en la parte que les toca.

Denostados, sin embargo,

torpemente,

por una mujer, ciega mujer,

abandonada mujer, sola mujer.

Dejadme cruzar la calle,

poesía,

poesía de los salones,

las rondas, los concilios,

que vengo de galope yo

con mis zapatos!











***





Después del poema

el poema debe seguir y seguir

hasta el poema.

Mas si el poema no sigue

después del poema,

el poeta o bien flaquea

o bien es de papel

o bien de tinta.

No le creas al poeta

al que después del poema

se le concluye el poema.

No le creas

o bien creé,

en el mejor de los casos,

que flaquea

o que su ser tiene

interferencias,

mutilaciones, o huesos

indecisos

− sea Neruda o sea Thomas

Eliot −.

Después, después del poema

el poema debe seguir y seguir

hasta el poema.

















De Mareas

Buenos Aires, 1993-1995











VIEJA POSTAL VENEZOLANA





En la orilla abrupta duerme

de honda mar un tiburón

con una herida corta

y abierta en U como su boca

triste, triste

bajo el blanco sol

y entre algas abundantes

y una botella rota de cerveza.







***







Luna, grave

luna, encima



de los tejados

ya húmedos;



y las calles solas,

solas,



donde se va

esfumando



la estela

de tu aliento



a cada paso.









***







Un poema es una piedra

y dos de esas piedras

no son

sino el comienzo

o parte de un camino.

Un poema es una piedra

que bien puede

en la niebla

marcar rumbo.

Un poema en la noche

brilla

con luz propia.























De Las costas del golfo

Buenos Aires, 1994-1995









Viento, háblanos del mar

que hoy estamos algo así

como aburridos, como tristes.

Afuera, ves, llueve,

llueve con ganas

y contigo. Háblanos

también de las costas

de Chacachacare y de Macuro

mientras tomamos el café

y miramos la ventana.



Háblanos

así, del oleaje

torrentoso dando en los cargueros

que se inclinan

en las Bocas,

que hoy estamos desolados

y deseosos de tu magia.











* El autor vivió en Güiria, poblado costero venezolano, durante 1977 y 1978,

y a esa experiencia corresponden los poemas de esta obra.













De Macuro

Macuro, Río Caribe, 1996 y 1998













El alacrán

y la culebra

son nuestros vecinos

de lo alto

y de

lo bajo.

Debemos pasar

siempre cerca

de sus bocas

y sus ojos.

También ellos

ven el mar,

su galope

eterno

y su negrura.

El alacrán

y la culebra

milenarios

son nuestros vecinos.















De N.Y. Postales para enviar a los amigos

Nueva York, Buenos Aires, 1998-1999











Cercanía del Harlem





En esta plaza brumosa, raleada,

estoy solo con los pájaros

− alas oscuras, casi quietos,

chistar agudo −.

Pasa gente con aire distraído

y gesto triste,

hamacando los hombros,

mirando hacia los árboles.

Gente sola, de sino y ropas pobres.

Caracas o Guarenas parecieran estar

a la vuelta,

pero no. Es éste el primer mundo

con sus caños oxidados

que gotean

en el patio y en los techos

y con el dolor también

(no digas que no)

entre las vértebras.

Y el murmullo, sí,

que va poblando los instantes.

***







Camión azul de Brooklyn





Corazón, corazón

zurcido con alambre;

alma, alma,

también zurcida;

y piernas y brazos

juntos,

aunque a veces desconexos.

Oh camión azul

de Brooklyn, detenido,

tercermundista,

¿abandonado?,

en la calle lateral

del cementerio.

Cruces, cruces,

monolitos,

detrás de la pared.

Corazón, corazón

zurcido

como un camión azul

de Brooklyn.









***







Escuchad el viento:

John Coltrane



No quiero armonía;

escuchad

el viento que saco entre mi lengua

y mis dientes

y pasa cortante

por mi saxo.

No quiero armonía;

quiero

perforar el aire;

quiero

rehacer el rumbo de la calle

y andar después

grave, distante,

musitando y callando

a todo piano.









***







Pájaro abismal





Hay un pájaro de humo negro

que da la vuelta al mundo.

Y hay una planta aún más negra

que envilece el agua, el aire...

y crece, crece.

Hay un pájaro de vuelo letal,

pico letal,

con los virus y anticuerpos

necesarios,

infundido ya, confundido ya,

que da la vuelta al mundo.

La polución del aire y la polución

del pensamiento. La polución

de la mirada y la polución

de la costumbre. La polución

del gen y la polución

de las naciones.

Hay un pájaro de humo negro

que da la vuelta al mundo.













De Bocas baldías

Buenos Aires, 2000-2001











Una botella

rota

en la cuneta,

¿quién la bebió?,

¿quién

la rompió?

Una botella

rota,

con su etiqueta

y su barro.

Su pico

apunta

al cielo,

y si te acercas,

a tu frente,

como un dedo

vacío,

sin uña,

sólo borde.

Una botella

rota,

más allá de todo

olvido,

en la media cuadra

del suburbio.









***







Andén



Un hueco, un vacío

de tormenta

en las miradas,

en la voz, las voces,

y un desierto

precario

en la espera.













***









Ese hombre inclinado con su palo

en medio del basural,

donde las bolsas de nailon

y los olores gruesos,

en marejada,

cubren el paisaje,

no busca la felicidad,

en cualquiera de sus versiones,

o acaso sí

creyó ver un atajo

allá, en los límites

del horizonte,

entre bolsa y bolsa,

o recuerdo y recuerdo;

una felicidad fugaz,

con un palo,

o posible o creíble,

mientras el sol lo alumbra.











***









Arden siete gomas,

por hambre,

unas sobre otras,

y arden cajones,

cartones,

trapos viejos.

Sube el humo negro,

se desparrama,

adensa el aire,

como si fuera a llover,

tronar,

por hambre,

inundar todo.

Todo arde,

por hambre:

las miradas,

las espaldas, las manos.

Y sube un desierto

caliente,

por hambre,

por la ruta, la banquina.

Las voces, los gritos,

son relámpagos

entre el humo

más espeso.

"Los políticos", dice

una mujer robusta

con un niño

y sigue hablando,

gritando,

por hambre,

en el medio de la calle.

















De Marcha de los desocupados

Buenos Aires, 2002











VI A MI PAÍS DOBLARSE...





Vi a mi país doblarse, contraerse,

de dolor y asfixia

bajo un infecto mar de propaganda.

Las gentes desoladas querían creer

en los destellos

y el país era una fiesta

próxima

en el destino ligero y cibernético.

Nadie imaginaba quedarse atrás

en el revuelo

que había traspasado los límites

innecesarios y trágicos

de la cultura de aldea,

de la economía de aldea

y de una historia

pérfida y frustrante.

Los malheridos y contusos

y hasta insomnes y excluidos

−que todo renacer

trae consigo−

eran apartados de la escena

con la cansada arrogancia

de quien aparta un trasto

o algo ya molesto.

Vi doblarse y contraerse

de dolor y asfixia

a mi país

y vi los gestos

desbocados de la absurdidad

y la inconsciencia.

















De Informe de barbarie

Buenos Aires, 2002-2004











DESOCUPADO

Salmo 2000





Un desocupado, Dios, es una pieza única

que hace a tiempo completo su trabajo;

una pieza insustituible

a todo el engranaje;

una mudez; un grito; un balbuceo;

un canal nivelador

que espera aguas,

aparentemente más cerca de la sequedad

y el olvido

que de la administración planificada

de riquezas.

Un desocupado, Dios, con su desierto

y su niebla,

vital a este equilibrio de espejismo,

donde cada cosa empuja o devora

a cada cosa.

Se repite, se confunde, y se alza

ya como discurso

de escena, que el desocupado está

desocupado

de toda función o todo uso,

mientras la máquina infernal, abismal,

ahonda el pozo.













De El mercado de la muerte

(43 escritos breves)

Buenos Aires, 2004











POETAS SUMERIOS



Vivieron, brillaron y atravesaron, en tablillas,

los siglos y milenios del mundo; el rapaz

invasor mascachicle los pulverizó una noche.













INSTANTÁNEAS



Una maternidad convertida

en ruinas. Una ruina convertida

en casa. Y un pozo que fue un mercado.













UNA MIRADA



Entre escombros, un niño

mira, mira, por un boquete,

lo que no puede aún creer.

























De Canciones olvidadas

Buenos Aires, 1995 y 1996













El tren de las 12.50

viene por Nidia desde Bosques.

Pita entre las rancherías

y los desechos de Ardigó

estremeciendo todo.

Ella lo espera fumando

y mirando los árboles de enfrente

en el viejo andén de tierra.

Así todos los días, como un rezo.











***









Los caminos se abren

o se cierran

según sean tus cauces.

Silban vientos

altos

o silban víboras.

Se arroja

la marea, o apenas

se anilla

en dibujo leve

el charco.

Tú trazas tu mapa,

y lo respiras.



















De 7 Poemas

Buenos Aires, 2006









DESTINOS

(Casi una poética)



Tu destino te sorprenderá

cada momento.

WILLIAM BLAKE





Desde qué orilla abrir, cerrar

los ojos;

desde cuál punto de qué orilla.

Cada orilla,

cada punto de orilla adelanta,

en su cielo

y horizonte, una respuesta

diferente

que supone cada palabra que

se imagine

o que se diga. Todo camino

comienza

a abrirse según donde decida

afirmar

uno los pies y hacia dónde

apunte

uno su historia y su mirada.

Uno eligió

−o eligió por uno el fuerte

viento−

cada segundo, cada

rumbo,

cada sendero ahondado o

vasto

y nada puede salvarse en

un cruce

ni en un momento solo que

se abra.

La suerte, o mala suerte,

siempre

estuvo despierta y estuvo

echada

como una apacible leona

al pie del árbol.






(*) Eduardo Dalter: nació en Buenos Aires (Argentina), en 1947. Poeta e investigador cultural. Desde 1971, año en que editó su primer poemario, ha venido desarrollado un quehacer intenso en los ámbitos poéticos. Importantes publicaciones de su país y de América han incluido en sus páginas poemas de su autoría: revista Crisis (Buenos Aires), revista Alero (Universidad de Guatemala), Shantih magazine (New York), Revista Nacional de Cultura (Caracas), y revista Casa de las Américas (La Habana), entre otras. Durante los años de la última dictadura militar de su país, vivió en el Oriente venezolano y en la ciudad de Maracaibo, donde en 1982 se publicó uno de sus libros. Dio conferencias y participó de encuentros internacionales en distintos países y asimismo brindó numerosas lecturas; entre otras: en el Ginsberg Tribute, en el Central Park, New York, y en la más reciente Feira do Livro, en Brasilia. En el año 2000 tuvo edición su trabajo de investigación Harlem: los blues de la historia, que incluye una selección poética, con traducción que le pertenece en coautoría. Por otra parte, en el lapso 1994-2002 dirigió en su ciudad, la revista de poesía latinoamericana Cuaderno Carmín, de difusión continental. En la presente década preparó y ofreció diversos seminarios acerca de la poesía de América en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, entre otras instituciones. Publicó los siguientes poemarios: “Aviso de empleo” (Ediciones E. C., Buenos Aires, 1971); “Las espinas del pescado” (Ediciones Por la Poesía, Buenos Aires, 1973); “En las señales terrestres” (Lavoisier Ediciones, Buenos Aires, 1975); “En la medida de tus fuerzas” (Ediciones Cantaclaro, Maracaibo, 1982);“Versus (1971-1984)” (Ediciones del Río de la Plata, Buenos Aires, 1984 /Incluye Estos vientos, 1984); “Silbos” (Ediciones del Río de la Plata, Buenos Aires, 1986);“Hojas de sábila” (Ediciones del Río de la Plata, Buenos Aires, 1992); “Aguas vivas” (Ediciones del Cántaro y Huaico, Buenos Aires, 1993);“Las costas del golfo” (Ediciones Mucuglifo, CONAC, Mérida, 1995); “Mareas” (Ediciones del Cántaro, Buenos Aires, 1997); “N.Y. Postales para enviar a los amigos” (Ediciones del Nuevo Cántaro, Buenos Aires, 1999);“Almendro de naufragio” (Editorial La Espada Rota, CONAC, Caracas, 2000);“Bocas baldías” (Ediciones del Nuevo Cántaro, Buenos Aires, 2001);“La gente está en la calle” (8 poemas; en Revista Nacional de Cultura, N° 324, Caracas, 2002);“ Marcha de los desocupados” (Ediciones del Nuevo Cántaro, Buenos Aires, 2002); “El mercado de la muerte” (43 escritos breves; en Casa de las Américas, N° 236, La Habana, 2004); “Macuro” (Ediciones del Nuevo Cántaro, Buenos Aires, 2005); “Hojas de ruta, 1984-2004” (Ediciones del Nuevo Cántaro, Buenos Aires, 2005); “Canciones olvidadas” (Editorial Recovecos, Córdoba, 2006); “7 Poemas” (Ediciones del Nuevo Cántaro, Buenos Aires, 2007); “Nidia” (Ediciones del Nuevo Cántaro, Buenos Aires, 2007). La presente selección fue preparada por el autor para editarse en POEMANÏA. Cabe destacar que Eduardo Dalter se encuentra, actualmente, convaleciente de una grave enfermedad, circunstancia ésta que movilizó a muchos poetas, amigos, conocidos y familiares, que lograron su traslado a un nosocomio acorde para tratar su dolencia.

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