viernes, 26 de febrero de 2010

Poemania Nº 141 - André Cruchaga

POEMANÍA

la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

Nº 141/2008






Poeta invitado: ANDRÉ CRUCHAGA (*)







Noches







…me duele hasta la sangre de las venas.

Raúl Contreras





Fantasmas permanecen tocando el grito

Entre el vaho de la ceniza y el asedio

Negro de la noche: —cuervos mordiendo

Las pupilas, desnudos esqueletos

Tropezando en las piedras, niebla de mar,

Amalgama de agónica espuma…

El tacto del suplicio busca las paredes,

La torpeza de caminar sobre la ceniza,

La garganta contenida en la penumbra.



Las noches han sido hechas de algas infestadas.



Al filo agonizante de los párpados, el horror,

Un cielo sin hálito y vinagre de relojes,

Donde tragaluces descompuestos, beben

El calendario sordo del llanto.



Las noches ignoran los caracoles de la luz;

Con ellas no se puede usar corbata,

Ni subir rascacielos para explorar sombras.

El respiro no cabe en una mano.

Se duerme a secas entre sabandijas,

Hilando la sordidez de la tierra…

—Tierra hecha noche, por desgracia,

Donde el hombre hunde su acento,

Hasta ganar la muerte y la cruz:

Cerrada puerta de la luz, muros ardiendo

En su propio, despiadado cadáver.

Por todas partes rumorea, ciego, el vértigo;

La intemperie está llena de páginas mordidas

Por el brazo audaz, sordo, de la angustia.

Desde tiempos las noches son alfileres anónimos:

Raptan y agobian, crepitan sus mudas ráfagas

Entre tímidas luciérnagas.



¿Cómo entender su destello de cenizas?

¿Cómo abrir sus múltiples puertas sin caer,

En la ficción del aliento? ¿Cómo

No sentir sus barrotes de herrumbre?

Ellas tienen la mirada en opaca fantasía,

Llenan el torrente con pájaros sin espejos,

Hilan azúcares de obediente cárcel,

Crecen en polvorienta amenaza.

Las noches no mueren como lo hacen los espejos,

Sólo amanecen en el recuerdo de los párpados.

Nadie alza su sangre ilesa de musgo:

Las noches cierran la casa de pólvora y cuchillos.

Ahora las campanas son grito subterráneo

Y no profesa ala del respiro y la fragancia:

Sutil feligresía de hojas y cierzo…



Las noches tragan la sed en su propia escena:

Borrosos gemidos caen atónitos en la memoria.

Esas noches son los cazadores nocturnos

Que bailan como en un anfiteatro…



Barataria, 06. 10. 2007.









A los ojos del silencio





El silencio gotea sus enigmas,

Fosa galopante, pedazo de neblina

Rompiendo el alma. —En su nido

Se escucha el hambre, gira ahí,

En los techos de las casas, suspira sin puertos:

Da miedo el mundo. Tiemblan los huesos,

Junto a la hoguera agonizante

Del cataclismo cotidiano en las calles.

A ratos la violencia nos asalta con su losa

De tormento: el planeta entero nos advierte

Un mal augurio: soledad, sed, noche.



El delirio es la actitud cotidiana del universo.

Lo que habla la memoria es incomprensible:

Asusta pensar en el huracán y la lágrima,

En la maleza de estos días con su zarza

De viejas heridas, voces que andando,

Abren tumbas y desvelan horizontes

De encanecidos pájaros.

¿En dónde estamos ahora después de tanta

Edad, perturbada arteria del heroísmo?

¿Qué aliento empaña nuestros ojos

Que nos impide ver los parajes de la deriva?

Nos hundimos en el sobresalto de la noche;

El miedo y la mentira se elevan memorables

Sobre el mundo secular de la sonrisa.



El silencio sabe qué silencio crece como césped.

Hay heridas más profundas que las pestañas.

Hay caminos más encanecidos a la espuma.

Nada es ya, cuando día a día la puerta

En vez de luz, se llena de repente

De cosas extrañas. La noche, sigilosa noche

Con su color insomne y sus maleficios…



Uno mira en derredor los pañuelos de tanta

Desesperanza, el delirio comiéndonos

En raciones diarias los propios sueños.

Ya aprendimos a convivir entre esqueletos

Y desde ellos queremos resucitar la hondura,

Pero sólo hay piedras de obligada amalgama,

Años de violenta marea, alianzas

Ahogándonos en desvelos, ansias de ser

Lo que no somos entre proféticos huesos.



Es doloroso transitar entre tanta agua,

Aguas hechas de relativa calma,

Hundirse en secretas lenguas, cojines

/de intemperie

Y cumplir con las leyes de la esperanza:



El caos parece ser, en el velero de los siglos,

La aferrada constelación del horizonte.



Barataria, 07.10.2007.









Los que cruzan la vida









Este sueño sin párpados es un rumor herido

Miguel Antonio Jim





Los que la vida dejan su piel

En sutiles redes de bruma, pulsan la sangre

Y tienden su imagen en la sombra cerrada

De su sino. Vuela la brisa sobre ventanales…

Al que parte lo devoran las entrañas;

Dibuja peces de lenguas impasibles,

Las calles les parecen un suplicio devastador,

La ciudad un promontorio de periódicos sucios.

Los que parten envejecen en la travesía

Y ya no ven más lunas, ni tripulantes

En los muelles, ni cierzo en el alba.

Ellos llevan el azogue de las defunciones,

Acantilado en vilo de la pena,

El luto de la noche, ciega carne del suspiro.

La lejanía de los ojos la pinta el olvido.

La noche cubre de noche todos los sentidos,

Mientras el tiempo consume de rodillas

/las ventanas,

El futuro y la paz incierta de la razón.

Candelabros cuelgan de los zopilotes,

Ríos ciegos de sueños en las manos de los muertos,

Helado purgatorio del pecho,

Hacen del afán espejos grises, trenes de niebla.

La campana de la lluvia cierra los tapiales,

El pulso del reloj se vuelve música lenta,

Las ventanas bajo la lluvia, vena rota del arco iris.



Los que cruzan el luto evocan araucarias,

Guardan sus monedas en los chupamieles,

Visten mortajas de crepúsculo,

Rompen el calendario de las nubes,

Desnudan sin más, su propia historia.



La soledad los abraza: severa, cruel.

“La soledad destella en el mundo sin amor.

La vida es una vívida corteza,

Una rugosa piel inmóvil

Donde el hombre no puede encontrar su descanso,

Por más que aplique su sueño”…

Bajo la lágrima gotean caracoles;

En lo oscuro, inefables lunas de la nada,

Ahogados retratos donde se pierden los adioses.

Los que parten hacia la frontera de la bruma,

Encierran pájaros en sus zapatos;

Mientras, sacuden sus alas

Con féretros de niebla y encarnados paraguas.

Ellos comen crepúsculos con cierta ternura

Y sueñan, sin duda, pintar cipreses

En esta afilada tierra de post-guerra.



Los que cruzan la vida, buscan el eco de su voz.



En toda partida hay una herida presente,

Que no sana ni termina al noveno día,

Sino hasta que el invierno lava las hojas

Y el horizonte no es espejo de ataúdes…



Barataria, 07. 10. 2007.







Viajero y destino







Vamos por la tierra unidos al hilo

Del delirio de las palabras: collar, jade,

Plumas de estrellas salen a nuestro paso,

Cuelgan de las vigas de la memoria,

Están ahí como huellas indelebles

Del destino. Leyes de la aurora, acaso,

En su momento, cuando la lucidez

No tenía miedo o, el mundo, aún

No llegaba a Vía Crucis.

Pero resulta que la corona de espinas

Vació la sangre, el destino fue otro

Al abrir el dolor y cruzar la lágrima,

Al asfixiar las sienes con el ultraje del humo

Y no subir las escaleras de las nubes

Con el confiado fuego de la ternura.

Ayer nada más, el tránsito fue áspero:

Era también la muerte respiro de ventanas:

Fue el grito y el desmán, látigo perverso,

Fue el ojo inquisidor un feroz báculo,

Fue la lluvia jinete del Apocalipsis.



Ahora caminamos en desfallecida hoguera:

Se siembra la tristeza en la argamasa

De la eternidad como otro cielo de sombras,

Como otro cielo enrojecido de llamas,

Como otra noche sumida en templos semioscuros.

En este espacio de siglos, la vida humana,

Se torna un sediento designio,

Metamorfosis donde la razón es vértigo

Y el hombre y la mujer, campanas

De su propio espejo.

Miles de años han sonado las trompetas,

Y sin embargo, el eco ha negado su moraleja.

No tenemos mayor constelación que la quietud

Incierta e inapelable de los guijarros:

El torbellino del horror lame las sienes;

La medianoche forma en sombras

El cósmico destino de los fósforos.



Un viajero y su destino devoran, entre

Frenéticos vagones de enredaderas,

Las vértebras del tiempo en segundos;

Va aquí y allá hacia un punto ciego

Donde las ventanas cuelgan de los árboles

Y los ojos, de naves inasibles.

Un viajero quiere llegar a feliz puerto,

Pero a menudo el horizonte sólo es sedienta

Forma de un aliento de túnicas fugaces,

Donde el cuerpo agotado

Acaricia trémulas evocaciones

De un calendario entre escombros…



Barataria, 10. 10. 2007.





Reloj en penumbra







Hay algo en los brazos de las almas:

La herida del tiempo y su nostalgia,

La penumbra del reloj comiéndose la espuma,

Las riendas de la lluvia, sueltas,

Como una rueda de encendida canela.

En la noche los relojes se tornan fantasmas

O álbumes de hambrientas campanas:

Escenario sin telón, gastadas fotografías,

Película donde gira la geografía del sueño.



¡Cómo en invierno se apagan tus agujas!

¡Cómo los trenes de las campánulas

Coronan las calles ciegas y las cunetas!



Pese a que la mariposa gris de la aurora

Chispea con banderas de acero,

El horizonte surte entre la niebla,

Alfabetos sin pañuelos, abejas insepultas

Y horas yertas como el seno de la luna

Desde el fondo del tedio o del grito.

En el fondo, la materia duele: duelen

Las sienes, crucificadas sienes de la noche;

Duele el futuro con su equipaje de hormigas,

La inmensidad del planeta como máquina

Destructiva, las habitaciones sin ventilar,

Las momias de la eternidad, estéril penumbra

Como el atlas del sol para los ciegos.

El reloj es una verja oxidada:

En sus agujas hay musgo a la hora

Del crepúsculo y una luna cuyo tapiz

Es de vahos, y misteriosos péndulos:

Siglos de pétalos carbonizados

En el bolsillo de los astrólogos.



El minuto lleva profetas en su ojo:

Puertos a la deshora de las piedras,

Sombras de lágrimas: gotean ceniza

Con los cardos, los pergaminos mudos

De los corceles y la espuma severa de los caracoles.

En él he visto el ruido de la muerte,

El humo del sueño, el gesto de la arteria rota,

El río de las sombras,

El mundo haciéndose Nada,

El ojo arañando el fuego de las calles,

Las voces del azogue mordiendo la garganta,

Las manos pidiendo auxilio frente a espejos

De fugaz escritura.



He visto, también, en este reloj de la penumbra,

Los pañuelos postizos de la sonrisa,

Los paraguas rayados del circo

Y ese dolor terrible de los ojos, encarnado

Sudario de zapatos con aliento de calcetines rotos;

Y he visto, desprenderse de su voz,

Otros cauces con historias asombrosas,

Como por ejemplo, bracear en la cóncava

Tirantez del ansia y la tragedia

Para que la luz sea iluminada tierra…





Barataria, 12. 10. 2007.









Asedio de la materia







Habrá un día que deje de ser puerta

Esta materia del universo,

Muelle para maniobrar las emociones,

Escena toda de luz inescrutable.

Las sombras horadan su arquitectura,

—Prisma cuyos destellos, ciñen la imagen

/del viento.

Es como el ojo errátil de un pozo

Donde el cuerpo eleva el aliento

A los dictados del límite, noche envejecida.

Sangran en las sienes los fósforos grises

De la niebla;

Muerden los huesos soterrados de la mácula

Con sus astillas de alelíes negros:

Remolino de pájaros forjados en interrogaciones,

Filmes inacabados del calendario,

Ojos formados por el escombro

/de abiertos gemidos.

Las guerras dejan ciega la conciencia;

En sus banderas de sangre las fieras

Beben la sangre;

El cieno con su carne mohosa, elabora

Enredaderas inútiles,

Hasta morder los espejos con sombras

/de cadáveres.



Nunca la noche abre río de colores,

Sino corpulentos témpanos de muerte.

Nunca la materia es sustancia virgen:

Las hormigas del tránsito carcomen su secreto

Para que la vida sea espectral abismo

Y los relojes jueguen a la sombra

De los ojos del mundo.



El existir se vuelve una trama de ilusiones:

Quebrada ala en el follaje de mariposas;

O, acaso, trepidante cerco del desaliño.

Fugaz resulta cuando la envuelven cataclismos

De estrepitoso humo.

Frágil anda sin ser nadie, entre densas fieras.

Lánguida melancolía roe grises

En ciudades despiadadas:

Sueños aquí, frente al hollín de la fe;

Espadas muerden los suspiros del tiempo

Con insano júbilo de entrañas.

Se abre la soledad en la esperanza,

Inciertos rostros beben la sangre

Y dejan en la corteza humana

un vacío inmolado.



En esta fuerza ciega de las venas,

Siempre acompaña la presencia oscura del ocote

Y el irisado velo del rocío.

Así, entre los fantasmas de la espuma,

Abriendo la hojarasca,

La página de los sueños se impone,

Al grito encarcelado de la materia…



Barataria, 13. 10. 2007.







Zumo de las venas





…va mi ternura

Por las más hondas venas derramada,…

Dámaso Alonso







Zumo de las venas. Fantaseo de ceniza,

Este que se ha quedado

Al pie del vuelo, eco de la voz en lo oscuro,

Aliento torturado de la vida.

Cuando la angustia vacía el cuerpo,

Y los pájaros se nublan en los ojos,

Cuando el delirio predomina en la noche,

La memoria recoge otras realidades.

Uno tiembla en la plenitud de la fuga,

La voz en las voces que callan siempre,

Uno multiplica la sangre en la lluvia

Y anula el candado de las entrañas.

Cuando el cuerpo está exhausto de gritos

Y los sentidos son espejos de frío,

Sólo el sueño puede pronunciar

/palabras fervorosas.

Cuando el agua se lleva la sangre

Por las calles,

Y el aire levanta lunas de espuma,

Cuando las ventanas roban toda respiración

Y la voz en su desnudez es desierto,

Sólo el tiempo puede convertir en pasión del verbo,

El ansia de un mundo fugitivo.



El zumo de la sangre derrama sombras.

La sangre grita aunque se descuaje de su árbol,

Es cerrado muro en árboles de odio,

Milagro, acaso, de este mundo sollozante

/de hambre.

Ha sido, también, materia de esperanza;

Con sólo una palabra se pueblan lejanías,

El tiempo y las llaves de la conciencia lo saben.

Lo sabe el mar, y los élitros de las pupilas.

Lo sabe en fin, el fuego de la historia

Y su jornada de infalibles cámaras.



Uno se ve poblado de cielos y alas.

Aquí la sangre gritando hecha vida:

Luz y espejo. Memoria del confín.

Espejo de senderos al abrir los ojos,

Símbolo que sé ahora. Antes sólo

Respiración en el cuerpo. Intento de gravitar

Entre la carne que sostiene. Entre el mundo.

Entre la luz alada de los pájaros.

Toda la sangre transcurre en el aliento:

Bajo su piel, encarnado destino.

Toda la luz en las venas. Zumo ardiendo

Como sembradíos de fuego en el alma.

Toda la vida acude a su torrente:

Sus relámpagos de sed no matan.

En los labios tiembla la fuerza de su viento;

Quema su resuello. Pedernal es la imagen

Vuelta al espejo

De todo lo que vive y canta,

Porque su llama respira en la piel…





Barataria, 14. 10. 2007.



*Los poemas corresponden al libro inédito: Noche de los sentidos, El Salvador, 2007











(*) André Cruchaga: Nació en Chalatenango (El Salvador), en 1957. Tiene una licenciatura en Ciencias de la Educación. Además de profesor de humanidades, ha desempeñado la función de docente en Educación Básica y Superior. Parte de su obra poética ha sido traducida al francés por Jean Dif, Danièlle Trottier y Valèrie St-Germain. Estas últimas, el libro antológico: “El fuego atrás de la ventana” (Le feu derrière la fenêtre) y “Viajar de la ceniza”. La poeta María Eugenia Lizeaga, por su parte, ha traducido el libro “Oscuridad sin fecha” al Idioma vasco (Euskera); y poemas sueltos, al holandés por Michel Krott. Jurado de Poesía de la XVI Bienal Literaria "José Antonio Ramos Sucre", Venezuela, junio de 2007. Buena parte de su obra se encuentra publicada en diferentes revistas electrónicas de Argentina, Chile, España, Grecia, Estados Unidos, Canadá, Colombia, México, Perú, Italia, Holanda. Ha participado de diferentes eventos literariosen su país y el extranjero, como así también ha recibido por su obra literaria numerosas distinciones. Entre sus libros editados podemos mencionar además: “Alegoría de la palabra” (1992), “Insomnio divagante” (1995), “Enigma del tiempo” (1996); “Roja vigilia” (1997) y “Rumor de pájaros” (2002), entre otros.

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