viernes, 26 de febrero de 2010

Poemania Nº 68 - María Rosa Mó

POEMANÍA

la manía del poema…

Hoja literaria de aparición virtual

Nº 68/2007





“La poesía no es un mecanismo sino

un organismo vivo. No hay engranajes

de reloj mas bien hay un corazón que late.

Es un juego de contracción y dilatación.

Ella nace del hombre, inexplicablemente, y toma

como característica fundamental

lo impredescible, lo irracional, lo emocional,

lo gregario. De esta manera, la poesía

se transforma en la imagen especular

de su creador...”

Mónica A. Scaldaferro







Poeta invitada: MARÍA ROSA MÓ (*)





De “Ardores en puntillas”





Caballos


Mi padre

el caballo

sube al viento

aguacero

soledad

no hay estaño para soldar

melancolías

el caballo es el hombre

hendido en el surco

en la mansa sombra

de su sombra

la codicia del alma

bienhechora

la sed de sal

la del caballo

ensimismado

mancha contra mancha

la tortuosa sensación

del sudor

la boca con espuma

el bridón

mascado con la lengua.






En la boca

el caballo

soporta el tirón

las sinrazones

del de arriba

o esa suavidad

que lleva a girar

es bueno el tirón

el suavecito

en el anca

las burbujas del aire

el ocre del viento

el de arriba

sabe hacerlo volar

desde la boca

por sus piernas

que aprietan

y le dan

ganas de salir

al galope

al galope

como al otro lado

del mundo.





De “El guerrero”





La madre


No es posible fingir

las madres cantan

canciones del ayer

cuando se tienen

cuando no

se despide dolor

y se trasmuta

a otra pesadilla.






La madre acuna al niño

envuelto con espumas

tan suave

tan pequeño

y lo unta con hiel

de sus entrañas

mujer desarrapada

que clava el puñal

en la ranura niño

y lo dispone

para la batalla.








Desasosiego siente

en los pies

en las manos

no puede la caricia

el silencio el llanto

apremian

no hay canto de cuna

en la memoria

gastada

por las culpas de otras

es lo que no quiso

y empuña un niño

como única arma.






El niño


Un pañal cubierto con retazos

se huele en el tiempo

el hedor rompe

la cándida niñez

el campo

regado de amapolas

irrumpe en él

con la vorágine del viento

le hace decir que no eligió

ni talla ni armadura

Sólo el silencio.





Soltar la cuerda que ata

al caballo y andar

el campo afuera

adentro la piedra

donde cabrá el mundo

cortado por la espada

línea por línea.








Urge el deseo

la mano agrieta

debe salir al campo y redimir

al sol al viento

la piel de niño grita

que quiere ser

hombre y se deshace

en los primeros

fluidos nocturnos.







La joven


Los pezones del guerrero

pican

y piensa que no puede

sentir lo que siente

si es un hombre

y el ardor baja

y despierta

su virilidad



La joven

el pelo en la cintura ronda

roza su mirada

como el vuelo de un pájaro.









Riega la tarde con su ardor

en el establo deja de ser niño

un tinte de guerra

se presenta como un frente

su espada

el poder de las entrañas

envaina el cuerpo en ella.







Qué se hace ahora

con el dolor entre las piernas

con la mujer que mira y busca

en este establo

en este cuerpo

preparado tan sólo

para la batalla.






De “Alba”




/Arrastro mujeres en mi río. Vuelven, se repiten. Puedo cruzar la distancia. No detener el tránsito de agujas. El bordado está escrito en la piel./







/Las madres cosen hijas. Punto por punto. Hay que desenredar los hilos si hay maraña. Mis ojos celestes como marcas. Señuelos en la tierra oscura./







Hilo tras hilo recubren. Tapan. Bordadas algunas pespunteadas otras todas arman la trama.







El vestido se pliega y despliega. Lo blanco envuelve. Es tan pequeño el ojal donde atraviesan sus humores. Religión de una métrica implacable tras el hilván para cerrar la hilera de ojales. Ojitos que la miran llorar de tanto en tanto.







Piecito de metal recorre engarza el pespunte. Arriba, abajo. Pie de niña se detiene y duda. Renquea en su universo de raso. Como una bailarina talón y punta. Forma ciudades. El mundo se despliega. Blanco. Es de plata y brilla en la noche. Hacia atrás, descose el día. Por el mismo camino. Punta y talón. El recorrido se repite. Siempre en el mismo sitio.







Oscilan los ojos tic tac. Las manos tensan. La tela corre bajo el hilo, aguja aprieta, cabalgadura que no cesa el galope quiere escapar la tela siente que puede ir más allá. La mujer sostiene ojos que oscilan tic tac. La lámpara fija. Hay que forzar la vista y el destino. Ella tensa. Lo suficiente.







Una vez vio a su madre llorar. En la cocina se cuecen habas. El padre dice basta voy murió mi madre, no podés venir dejar las hijas el campo lo que queda. Tengo que ir y duele el alma. Ella llora. El delantal en los ojos. La niña, tiesa, detrás de la puerta.







/Murió la abuela y en el pecho un dolor escarba. No es por ella. Mi padre ha llorado. Nunca llora mi padre. La muerte pasó cerca. Atravesó los ojos de mi madre. Una mujer de la familia ha muerto. He dejado de ser inmortal./








De “Eso que fluye”





En cuclillas espero

el recorrido de tu cuerpo

mano que hunde el vacío

estás y no

te encuentro

dentro de mí

habita un fantasma.







Sus manos tocan con suavidad

el tallo donde estoy

anclada roza uno a uno

los pétalos que sostienen

toma mi olor como un regalo.







Quiero darte de comer

preparar con sal con agua con tomillo

lo que sabe a mi cuerpo

Brindar con una cucharada de sopa

esto de tenerte

Volverme hogaza

partirme en dos

regar con vino el olor que nos consuma

fundir mi cintura en una olla

Que un chasquido de fuego

ilumine esta ofrenda.






Llega la palabra

desde el papel

cae

pechos como estacas

se yerguen

dejo correr eso que fluye

me voy en jugos, silencio

en lo dicho y

no

Un cuerpo reclama en la distancia

señal que funde la tarde

Curvas ofrecidas como manzana

Soy el centro

jugo y semilla

La palabra

cae.





(*) María Rosa Mó: nació en Buenos Aires, Argentina, en 1960. Es directora de Ediciones del Cronopio Azul, editorial que en el rubro infantil fue avalada por importantes premios nacionales e internacionales, como el Premio Octogonal de Francia, la Mostra Internazionale d"Ilustrazione per l"Infanzia de Sŕrmede, Italia, Premio Los Destacados de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina). En poesía publicó “Tristes historias resucitadas” (1988), la plaqueta “Blusera del ama” (1991), “Ardores en puntilla” (1999) y “El guerrero”. Participó en 1977 de la antología “Entre la utopía y el compromiso” (Editorial Catálogos) y colaboró en diversas revistas de poesía. Publicó los libros para niños “La regadera del sol”, “La escalera de Pascual” y “Los pájaros de Joaquín” (Buenos Aires, Ediciones del Cronopio Azul, 1994), y cuentos suyos se incluyeron en “Los libros del caracol” (Editorial Estrada) y “Huellas 2” (Edicial). Publicó “Julieta en sueños” en la editorial española Kalandraka, libro que incluye un CD con una obra sinfónica compuesta especialmente y grabada por la Orquesta Sinfónica de Galicia. Para presentar la obra, durante octubre de 2003 se realizaron conciertos en el Palacio de la Opera de La Coruña, Galicia (España), con su presencia.

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